miércoles, 4 de junio de 2008

LOS ÚLTIMOS DIAS DE SARTRE: El infierno son los otros por Germán Uribe

Pocos días después de la Semana Santa de 1979, los parroquianos del barrio Montparnasse en París pudieron observar en el interior de La Coupole o en la terraza del café Dôme, a un hombrecito ciego, tembleque, mal afeitado y casi decrépito blandiendo con dificultad su vendada mano izquierda. Era evidente que quienes lo podían reconocer quedaban asombrados. Se trataba de Jean Paul Sartre, la más alta expresión de la inteligencia y el pensamiento del siglo XX, el gran activista de la libertad en nuestro tiempo, que venía de ser el protagonista de un caso típico de baranda policial. Un poeta loco, Gerard de Cléves, de origen belga, a quien Sartre acostumbraba ayudar de vez en cuando con algunos francos, en una de las salidas que se le permitieron de la clínica siquiátrica resolvió acosar a su benefactor presionándolo a diario. Sartre le dio dinero durante varios días consecutivos hasta que, harto, le advirtió que no le recibiría de nuevo. Pero ocurrió que un día el hombre volvió furibundo, y mientras discutían por encima de la cadena de seguridad de la puerta - que Sartre no había querido quitar para que aquel no se entrara - el poeta enajenado sacó un cuchillo con el que le cortó su mano izquierda. Luego comenzó a golpear con violencia el portón que entre Sartre y su hija adoptiva, Arlette, lograron cerrar desesperadamente. El forcejeo fue tal, que pese a que la puerta estaba blindada, estuvo a punto de derrumbarse. Arlette llamó a la policía. Los gendarmes, sin embargo, se vieron a gatas para detener al hombre por entre los pasillos del edificio. La mano de Sartre comenzó a sangrar profusamente hasta que le fue curada y vendada. Esto ocurría un año antes de su muerte.

EL ASEDIO DE LAS MIRADAS TURBIAS

......Los últimos doce meses en la vida del filósofo de la libertad no debieron ser, además, muy consoladores para él en lo que se refiere a la comprensión de sus amigos más íntimos. Es que hay que pensar en lo que debió haber sufrido ese viejo ciego y tierno, libre y terco y por añadidura terriblemente orgulloso, pese a la capacidad crítica que tenía de auto-cuestionarse, de reconocerse en sus propios errores y de corregirlos con sabia resignación. Porque el orgullo —no soberbia — que lo acompañó siempre, fue un orgullo inteligente y racional. Pero este anciano tembloroso y tímido comenzó a sentirse asediado por las miradas turbias de sus más próximos (cuánta razón tuvo al desarrollar sus observaciones sobre la mirada de los otros y al afirmar que son precisamente ellas, las miradas, el infierno del otro), a verse regañado, incluso a sufrir de sus más queridos, viejos y leales compinches como Pouillon, Simone de Beauvoir, Bost, Lanzmann y otros, el rigor de la censura a su pensamiento y la asechanza final a la publicación de sus ideas, como ocurrió con el último reportaje que concediera a Pierre Victor para el semanario Nouvel Observateur unas semanas antes de su muerte. Y ejemplo de esa incomprensión desmesurada y cruel, es esta declaración de Jean Pouillon, su grande amigo a Annie Cohen-Solal: Para mí era angustioso, cuando comíamos juntos, ver como se le caía la comida de su tenedor sobre las piernas, lo que exasperaba al castor (Simone de Beauvoir) y enseguida, darme cuenta de la dificultad con que él seguía una conversación normal; se demoraba un cuarto de hora para respondernos alguna cosa pertinente. Bost, Lanzmann o yo mismo hubiésemos podido prestarle la ayuda que le prestaba Victor (su secretario durante los últimos siete años) pero nosotros no teníamos tiempo".

......Con razón Françoise Sagan en su último libro, Con mi mejor recuerdo, explicando su emotivo homenaje Carta de amor a Jean-Paul Sartre —carta ésta escrita precisamente el día en que Sartre celebraba su último cumpleaños, el 21 de junio de 1979—, expresa indignada: Debo confesar que contrariamente a lo que relatan sus allegados, a los recuerdos que tienen de sus últimos meses, nunca me sentí horrorizada ni molesta por su manera de comer. Por supuesto que todo zigzagueaba un poco en su tenedor, pero era a raíz de su ceguera, no por chochez. Me da mucha rabia los que se han quejado en artículos o libros, afligidos y despectivamente, de esas comidas. Hubieran debido cerrar los ojos, si eran tan delicados, y escucharlo. Escuchar esa voz alegre, valiente y viril, oír la libertad con que hablaba.

......Pero el afán por observar con respeto y fidelidad histórica los pormenores más sobresalientes que vivió y padeció durante sus últimos doce meses es lo que nos lleva a tratar de irnos de la mano de la cronología hacia ese memorable 15 de abril de 1980 que lo vio expirar, no sin dejar antes de estremecernos nosotros mismos ante la crapulosa rapacidad de las ambiciones y la ceguera brutal de las incomprensiones en que se vio envuelto al final de sus días.

LAS MUJERES SON MENOS COMICAS QUE LOS HOMBRES

......El 4 de febrero de 1980, dos meses antes de su muerte, Sartre se hace un chequeo médico en el hospital Broussais de París. Se le encontró aparentemente normal. Los médicos no sabían, ni pudieron intuirlo, que habiendo dejado el cigarrillo, continuaba bebiendo en abundancia y amando más que nunca a aquellos sus amores contingentes. Siempre, hasta el final de su vida, estuvo rodeado de mujeres. Fue un mujeriego irredento. Muchas de esas mujeres, todas inteligentes por supuesto, ya han dado y seguirán dando sin duda sus testimonios más encendidos. Por una de ellas precisamente es que nos enteramos que un domingo por la mañana, comenzando el mes de marzo de 1980, es decir, a escasos treinta días de su muerte, Arlette lo encontró tirado sobre la alfombra de su habitación, con una terrible resaca. Supimos —dice Simone de Beauvoir— que se hacía traer botellas de whisky y de vodka por sus amigas, ignorantes del peligro. Las ocultaba en un cofre o detrás de los libros. Aquel sábado por la noche —la única noche que pasaba solo, cuando Wanda se marchaba— se había emborrachado. Arlette y yo vaciamos los escondrijos; llamé a las amigas pidiéndoles que no trajeran más alcóhol e hice a Sartre vivos reproches.

......Alrededor de anécdotas como éstas se ha desatado dentro de la familia sartriana universal, luego de su muerte, una encendida polémica. Los unos no perdonan la divulgación de ciertas escenas que aunque fueran verídicas, por lo íntimas y privadas debieron haber sido extrañas al conocimiento público. Para los otros, el mismo Sartre, totalizador él, no hubiese aceptado como válido el hecho de que se arropasen con velo de gasa las tripas de su vida mundana.

......Durante sus últimos años las personas más cercanas a él fueron todas mujeres, aparte de su secretario Pierre Victor, y casi todas ellas sus amores contingentes. Cuántas mujeres no se cruzarían por la vida del escritor que se confesaba serenamente polígamo. De ellas decía que le gustaban ante todo lindas y que las prefería a los hombres porque le parecían menos cómicas (ya Lacan había sentenciado que el hombre era particularmente cómico); que tenían una sensibilidad más desarrollada y que sus conversaciones, fluidas y naturales, se oponían a la pesadez del hombre siempre preocupado por las ideas. Para complicarse la vida un solo pensador basta y se sobra, debió haber concluido cuando decidió que prefería la compañía de las mujeres.

......Buscaba en ellas una atmósfera sentimental e intelectual bien equilibrada para que los encuentros sexuales no fueran degradantes a ninguno de los dos, y veía enriquecidas sus ideas cuando estaban contagiadas por el manto de la sensibilidad femenina. Pero nunca claudicó de su escogencia radical por las mujeres bellas. Cuando le preguntaron si alguna vez se había sentido atraído por una mujer fea, respondió tajantemente: si era real y completamente fea, no, nunca. Veía en la belleza femenina una manera natural para desarrollar su propia sensibilidad, y consideraba a la sensibilidad y a la inteligencia paralelas en el ascendente desarrollo integral del ser humano. Con los hombres, una vez que se ha hablado de política o de algo parecido —dijo en cierta ocasión—, gustosamente me callaría. Me parece que la presencia de un hombre durante dos horas en un día, aunque no vuelva a verle al día siguiente, es más que suficiente. Mientras que con una mujer esto puede durar todo el día y además continuar al día siguiente.

......Pero con todo, hay que reconocer, por encima de lo que diga Simone de Beauvoir, que fueron Victor y Arlette las personas más cercanas a él durante sus últimos años y particularmente durante sus últimos meses. (...)

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Psico:
creo que German Uribe conoce muy bien a Sartre. Y lo que ha escrito tiene ese sabor dulce del panegírico. En mi modesta opinión Sartre fue desde el punto de vista de la filosofía, un discreto seguidor de Heidegger que despues unió a su existencialismo la versión del marxismo que más le convino. El existencialismo me parece radicalmente llorón y adolescente y el marxismo ha sido la filosofía más mortífera y dañina del siglo XX (la más aburrida queda para el querido Lacan citado en el texto y los estructuralistas...). Lo peor de Sartre , a mi juicio, no es esto que ya sería suficiente si no su horrible papel como intelectual. En sus tremprano viajes a la Union Soviética y a China ocultó cuidadosamente (y justificó) todos los desmanes que conocia porque hubieran favorecido al capitalismo...la democracia le importaba un carajo y fue el defensor de las dictaduras de izquierda de toda laya además de los "movimientos de liberación" del tercer mundo...(más sangre a justificar)
Enfin, a pesar de todo, conocer a Sartre, creo que está muy bien y este artículo supongo que ayuda a ello.
un cordial saludo Psico:
jose ignacio