viernes, 15 de febrero de 2008

LA MIRADA

.
Image Hosted by ImageShack.us

POR PAPA 1957

“Este libro trata del espacio, del lenguaje y de la muerte; trata de la mirada. Así comienza uno de los textos fundamentales de Foucault. Muestra, como tantos, el empeño fundamental de la filosofía: llevar hasta el límite el análisis, concretar prácticamente el designio primero de la contemplación. La mirada, hecha análisis, se lanza contra lo real y lo escudriña, lo trocea, lo domina. Lo hace objeto, en definitiva.

La filosofía como saber, sin embargo, no empieza en el análisis sino de un modo más noble, más desinteresado: en la contemplación. Ya se sabe que el búho representaba el animal-símbolo de la filosofía. Se le hizo reposar en el hombro de Atenea mostrando la imagen más fiel del saber, de la inteligencia, del conocimiento. Muchos siglos más tarde pareció cumplir, por fin, su designio en un filósofo que tal vez cerró un ciclo, un modelo: Hegel.

Hegel, el filósofo que creyó saberlo todo, conocerlo todo, hizo volar ese búho al atardecer para explicar el mundo y la vida una vez que estos han ocurrido.

Mirar. ¿Porqué llega a nosotros con insistencia la imagen del poeta, de Homero, ciego?, qué vio el cantor de lo divino para mostrársenos así? Tal vez y precisamente lo divino, la vida en su encanto primordial.

Sabemos que Orfeo –la música, que es también encantamiento- en su bajada a los infiernos hubo de pactar con las divinidades subterráneas el rescate de su amada, de Eurídice. El propósito era descomunal, sobrehumano: rescatar al amor, de la muerte. Podría rescatarla, sí, pero no podía mirarla hasta llegar arriba. Y en ese retorno que hubo de parecerle sin fin, Orfeo no resistió. Inquisitivo, asustado, temeroso, volvió la cabeza para mirar a Eurídice y asegurarse que su viaje no había sido en vano. Apenas la vio tras de él, comprendió que el pacto había de cumplirse y que la había perdido para siempre. Miró para no poder verla más.

Extraño pacto y extraño infortunio. Tan extraño como el de Psique, el Alma, que quería gozar del Amor, de Eros. Había de ser en la noche y no podía mirarlo. Las nupcias del Alma y del Amor según el extraño relato de Apuleyo se celebran con la prohibición expresa de que el Alma vea a su Amado. Porque es un dios y la mirada le obligaría “a levantar el vuelo.”

Si el Alma perdió al Amor fue precisamente por querer mirarlo. Qué extraña paradoja para nuestra cultura entregada del todo al mirar.

Conservamos un lecito hallado en Mirrene. La escena vuelve a sorprendernos: a un lado dos ancianos padres que han perdido a su hija. En el otro, la joven que se va con un porte extraño de serenidad. Por los padres ya ha pasado el dolor y la desolación pero sus rostros no se han resquebrajado, miran a su hija. Lo más extraño de la escena, sin embargo, es que en medio aparece –majestuosa- la imagen de Hermes, el psicopompo, el guía de las almas. . Parecería, pues, un dibujo dedicado a los dioses y no a nosotros porque es claro que ni los padres ni la que se va, lo ven. Es invisible para ellos aunque se encuentre asombrosamente presente.

Ya les pareció a algunos filósofos griegos que el contemplar aunque fuera a lo más perfecto, no era suficiente. Que tal vez el destino de la vida, el enigma del amor y de la muerte se encuentren mas allá del que mira y de lo que es mirado.

Tanta insistencia, de otra parte, en el no-ver, en el no-saber parecería apuntar que tal vez lo divino, el amor y la muerte no serían propiamente objeto de saber. La inteligencia queda detenida. ¿Serían constelaciones más bien del sentir o del presentir, del corazón? Del delirio divino en todo caso. Para nada del análisis, del escrutinio escrupuloso. Ni siquiera la noble contemplación que designó la filosofía griega sería suficiente y por eso, quizá uno de sus últimos maestros –Plotino- apuntaba las virtudes de la inteligencia: “La inteligencia está dotada de una doble potencia ( ...) la primera es la contemplación propia de una inteligencia cuerda; la segunda es inteligencia enamorada, cuando se enajena, embriagada de néctar, y entonces es cuando, desencogida y eufórica por la saturación, se vuelve inteligencia enamorada. ¡Y mas vale emborracharse con semejante borrachera a guardar la compostura¡”.

6 comentarios:

meurglys dijo...

Impresionante Jose. Si vuelvo a nacer quiero ser como tu.

José Ignacio dijo...

joder Greg¡¡¡
bueno, a mi lo que más me gusta es la foto que has puesto...
jose ignacio

meurglys dijo...

Papa, el post y la foto son obra de Mao. La foto es suya tb.

saludosss

José Ignacio dijo...

Mao, la foto es estupenda.
saludos:
jose ignacio

Mao dijo...

Muchas gracias, creo que la foto iba muy bien con tu ensayo que por cierto me encanta, cuando salga tu libro voy a ser una de las primeras en tenerlo.
saludos.

pimpon dijo...

Impresionante tu artículo.
Lo leo una y otra vez y siempre saco algo.Está tan condensado tu escrito que no me canso de leerlo.
Muy bueno.
Al mes que viene empezaré a leer tu primer libro.
Enhorabuena.
No me canso de repetirlo. Disfruto con vosotr@s.